martes, 16 de octubre de 2007

¡Qué amargura!



El sentimiento de frustración con que el hincha de San Lorenzo se fue del Nuevo Gasómetro marcó a las claras una realidad: anoche, el equipo perdió el último tren del campeonato. Estuvo a cinco minutos de una victoria reparadora tras la caída ante Boca, pero el gol de Ignacio Piatti le dio a Gimnasia la igualdad que ya de entrada miró con buenos ojos.

San Lorenzo, al cabo, terminó pagando su falta de convicción, de convencimiento. Trató de aferrarse a la ventaja que había conseguido en el primer tiempo pero la apuesta le salió mal. Y sigue demasiado lejos de la punta: Independiente le lleva siete puntos, que podrían ser diez si hoy le gana a Newell's en Rosario.

Los dos salieron con dibujos tácticos similares (4-4-2). La diferencia fue que San Lorenzo asumió la iniciativa, favorecido por la actitud cautelosa de un Gimnasia que salió a esperar. Pero San Lorenzo tuvo un problema fundamental: le costó mucho saber qué hacer con la pelota. La trató con paciencia, la cuidó, evitó caer en el facilismo del pelotazo. Lo que no logró fue darle sentido de profundidad porque careció de jugadores que la supieran manejar con criterio.

Así, entre un San Lorenzo que intentaba pero no podía y un Gimnasia al que le quedaba cómodo el empate, el desarrollo era chato, carente de brillos.

El equipo platense lograba generarle algunas dificultades por el sector derecho, allí donde Sergio Leal le ganaba el duelo a Aureliano Torres. Una escapada de Leal, precisamente, desembocó en la jugada más peligrosa antes de la apertura. El uruguayo mandó un centro, Agustín Orion alcanzó a manotearla como pudo, Matías Escobar le dio de derecha y Gastón Aguirre alcanzó a despejar el peligro.

Cuando Jorge Ortiz puso el 1 a 0 a los 30, San Lorenzo lo merecía, no por estar jugando bien pero sí por ser el que más lo buscó. El Marciano recibió un balón a la altura del área grande, levemente inclinado hacia la derecha, y sacó el derechazo que se transformó en gol con la complicidad de Sebastián Cejas.

La desventaja hizo reaccionar a Gimnasia, que desnudó algunas flaquezas en el fondo de San Lorenzo en base a centros que causaron bastante zozobra en el área local. Pero la chance más clara que tuvo la visita para llegar al empate en aquel primer tiempo fue el tiro libre de San Esteban que le quemó las manos a Orion.

Bernardo Romeo pudo haber puesto el 2 a 0 en una contra, pero Cejas le tapó su entrada.

El nivel del segundo tiempo decayó todavía más. San Lorenzo optó por regular y Gimnasia fue el que tuvo la obligación de ir, aunque careció de ingenio para buscar el arco rival.

A los 18, Falcioni modificó el dibujo con el ingreso de Luciano Aued por Yedro: rompió el doble cinco y Batalla pasó a la posición de enganche. Ya sobre los 37, el técnico volvió a mover el banco y Piergüidi entró por Batalla. Y tres minutos después, Ignacio Piatti enganchó ante un rival y sacó un derechazo desde afuera que se metió junto al palo izquierdo de Orion.

Y la gente de San Lorenzo, que con el triunfo parcial había dejado de cantar contra Huracán para volver a ilusionarse con la chance del título, quedó envuelta en otro desencanto por esa victoria que se escapó de las manos.

sábado, 6 de octubre de 2007

Perdimos con nuestros hijos

Se suele decir, con cierta razón, que un jugador no puede valer tanto como un equipo, que no existen las figuras imprescindibles. A menos que se llame Diego Maradona, por ejemplo. O que en un escalón más abajo, entre los necesarios,se inscriba a Juan Román Riquelme. Después están los que hacen sentir sus ausencias notoriamente, los que el equipo extraña cuando no están y el funcionamiento se resiente. En esta columna figura, sin dudas, Rodrigo Palacio. Un curioso accidente lo dejó afuera de dos partidos. En el primero Boca quedó eliminado de la Copa Sudamericana al perder con San Pablo. En el segundo hubo una derrota en el Apertura ante Newell's, en Rosario. Pero no sólo fueron las caídas. El equipo, que no había armado actuaciones brillantes con regularidad en este torneo pero que tenía en su veloz habilidad y en su astucia un recurso clave, pasó a ser un híbrido, de juego lento y previsible, sin variantes ofensivas.

Volvió Palacio ante San Lorenzo y la cara de Boca cambió. No produjo deslumbramientos, es cierto. Pero se pareció a un equipo más compacto, con buenas intenciones de ataque. Porque con sus movimientos simples y profundos Rodrigo rompió por derecha y por izquierda. Desbordó, llegó hasta el fondo, mandó centros hacia atrás, los valiosos, y recibió infracciones que posibilitaron una buena cantidad de tiros libres favorables. Y, de alguna manera, también produjo el contagio. A Hugo Ibarra, por ejemplo, que levantó su rendimiento a la altura de su aptitud de excelente marcador y sobrio jugador. A Ever Banega, que recuperó el protagonismo. Y a Martín Palermo, que supo que algunas pelotas llegarían exactas para la aplicación de su cabezazo, como en el segundo gol, en el que el balón rebotó en el travesaño y pegó en Méndez antes de introducirse en el arco.

Al cabo, ganó Boca y ganó bien. Frente a un San Lorenzo que no se pareció en nada al campeón del Clausura. Claro, dio una ventaja fundamental el cuadro de Ramón Díaz: su orfandad de delanteros. Desgarrados Gastón Fernández y Romeo, suspendido Silvera, sólo pudo disponer de Menseguez para que cumpliera funciones de atacante neto. Entonces, armó una convención de volantes que -más allá de algunos aciertos de Osmar Ferreyra- muy pocas veces pudo tomar el control de la pelota en el medio.

No fue un partido de grandes destellos, está dicho. Pero muy pronto se vio que Boca tendría el protagonismo. Porque San Lorenzo pareció pagar exageradamente las ausencias de sus delanteros principales. Desde la seguridad y la búsqueda de Ibarra, desde sus encuentros con Palacio, nacieron por la derecha las oportunidades más claras. Y fue un espléndido zurdazo del marcador -luego de una pared con Ledesma- el que obligó a Orion a una esforzada atajada. Las chances de San Lorenzo se reducían a algún disparo de larga distancia. Como ése que ensayó Jorge Ortiz a los 20 minutos y desvió Caranta en una intervención espectacular.

El primer gol se produjo a los 36. Neri Cardozo se quiso parecer al volante desequilibrante de sus mejores tiempos. Encaró por la izquierda en zigzagueo y lanzó un centro de zurda para que Palermo hiciera lo que sabe hacer: cabecear con potencia y precisión. La cruzó al palo derecho y dejó sin defensa a Orion.

Los visitantes salieron con más decisión de ataque en el complemento, pero sin variantes tácticas. Se adelantó Rivero y los tiros libres de Ferreyra traían cierto riesgo. Como ése que tras un salto de Morel produjo otra gran atajada de Caranta. Pero pronto llegó el segundo. El centro de Palacio, el cabezazo de Palermo y el rebote fatídico de Méndez. Y pareció partido definido. Porque nada le aportaron los cambios a San Lorenzo. Ni a Boca. Sólo que Palacio, con campo abierto, fue peligro latente hasta el final.

Un jugador no hace un equipo, claro. Pero influye en su rendimiento. Por él y por algunos de los otros. Palacio lo demostró y Boca volvió a sonreír.